En los últimos años Europa ha apostado por una producción de alimentos respetuosa con el medio ambiente, el bienestar animal y los consumidores, a pesar, está claro, de que la conyuntura económica no era la mejor, ni mucho menos, para poner en marcha esta estrategia. De hecho, cumplir los altos estándares de producción impuestos por las autoridades ha supuesto un enorme esfuerzo económico para los ganaderos europeos.
Pues bien, en estos momentos se están llevando a cabo las negociaciones del Tratado de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión entre la Unión Europea y los Estados Unidos de América (TTIP), que se pretenden concluir antes de que acabe al año. En lo que respecta al sector agropecuario, el acuerdo supondrá el libre comercio entre ambos estados, con la eliminación de las barreras no arancelarias y la compatibilización de sus legislaciones.
Las consecuencias pueden ser catastróficas, ya que las normativas europea y estadounidense difieren significativamente. Los norteamericanos son mucho más laxos en materia de seguridad alimentaria y bienestar animal, por lo que se verán afectadas de forma importantísima cuestiones como el uso de antibióticos promotores de crecimiento, utilización de hormonas, sistemas de trazabilidad, etc.
Tendremos que esperar para ver en qué queda todo esto, pero si el juego consiste en tirar piedras sobre el propio tejado, no les quepa duda de que los europeos ganaremos la medalla de oro.
*Columna de opinión publicada en Albéitar 187, pp. 3