El pasado mes de diciembre el Instituto Nacional de Estadística publicaba la encuesta trimestral del coste laboral del segundo trimestre de 2016, en la que los veterinarios volvían a resultar, por enésima vez, los profesionales con titulación peor pagados. Según los datos, los veterinarios cobran de media 1.110 euros mensuales brutos menos que el resto de los profesionales sanitarios. Aunque seguramente muchos de estos pertenecerán al sistema público, premisa que puede explicar en parte la diferencia, se dice pronto: ¡más de 1.000 euros menos!
Hasta ahora nada nuevo bajo el sol, y atisbos de que la situación cambie hay más bien pocos, si acaso al contrario, puesto que en este país las facultades de Veterinaria salen como setas en otoños lluviosos. En la actualidad existen en España 13 facultades de Veterinaria, quizás en el tiempo que tarde este artículo en caer en sus manos hayamos decidido abrir alguna más, desoyendo las recomendaciones de la Unión Europea que instan a que haya una facultad de Veterinaria cada 7-10 millones de habitantes.
Además, la sociedad no valora en absoluto el trabajo que desempeñan los veterinarios como garantes de la salud pública y animal, velando por el bienestar y sanidad de mascotas y animales de producción, y avalando la producción de alimentos seguros. Lejos queda el tiempo en que éramos figuras públicas de peso junto al médico, al cura y al alcalde; ha llegado el momento del examen de conciencia y de autocrítica para volver a trasladar a los ciudadanos la importancia que tienen los veterinarios en sus vidas.